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jueves, 6 de agosto de 2009

¿SÓLO FÚTBOL?


(Página/12, “Carta de lectores”, 30 de septiembre de 2004)


Ya está. Parece que lo logramos. Ya podemos dormir tranquilos. Porque efectivamente resulta ‘tranquilizador’ que Marcelo Bielsa haya renunciado a la dirección técnica de la Selección Argentina. A nosotros, ‘los argentinos’, nos gustan más bien los tipos carismáticos. Y aunque solemos pedir a gritos un poco de honestidad, off de record la honestidad nos provoca cierto candor. Cuántas veces ‘los argentinos’, al momento de decir que un tipo es honesto, estamos pensando en verdad que es un boludo. De allí que, en muchos casos, en referencia al corrupto, se nos dibuja una media sonrisa al momento de expresar, no sin cierta admiración, “¡Éste sí que la hizo bien, eh!”
 
A ‘los argentinos’ —parece— la seriedad nos desagrada. Preferimos la picardía, el guiño cómplice, el circo. Por eso en 1995 reelegimos a Carlos Menem, permitiéndole que gobierne diez años y medio los destinos de este país incomprensible. Por la misma razón somos también estruendosamente eficaces a la hora de hacerle la vida imposible al que se aparte de la corrupción que al parecer nos constituye, quien de ese modo nos obliga a mirar la cara que tenemos. Necesitamos referentes cuestionables, que nos permitan vivir sin cuestionarnos a nosotros mismos. Tendemos a identificarnos, por ejemplo, con el temperamental (un Passarella), con el atorrante venido a más (un Ramón Díaz), con el especulador de barrio (un Bilardo), pero sobre todo veneramos el tan contemporáneo valor de la Eficiencia, cuyo principal comisionado por estas tierras es el hoy un tanto menos exitoso Carlos Bianchi.
 
Preferimos a cualquiera antes que a Marcelo Bielsa. Un tipo que, con su conducta y por contraste, nos muestra lo que somos. Un tipo obstinado que aparentemente no quiere entender que a este mundo lo rigen los números. Curioso: aun desde el presunto desprecio de los números, su Selección ganó 53 partidos, empató 18, perdió 10, teniendo así una efectividad del 73 %, superior ésta inclusive a la del —hasta hoy con razón— por nadie discutido Alfio Basile.
 
Rápido: unámonos para decretar que Bielsa era un iluso idealista nacido en un mundo que no alcanza a comprender. Aprovechemos que somos muchos. Amparémonos en la cantidad. Acallemos la voz del que quiso decir algo distinto. Que nada nos despierte de la imperturbable pesadilla de esta patria condenada.


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