Hay
cierto esquema interlocutivo que preside el discurso periodístico en el marco
de la televisión comercial. Ese esquema podría graficarse mediante la siguiente
secuencia: “De Nosotros para Ustedes sobre Ellos”. Esto es: hay un Nosotros que
emite, por ejemplo, la noticia televisiva (el periodista, digamos); hay un
Ustedes al que la noticia se dirige (“los vecinos”, “la gente” o cualquiera de
esas frecuentes muestras de vaguedad nominal que, en todo caso, confluyen alrededor
de la clase media); y, por último, hay un conflictivo Ellos, prototípico
referente sobre el cual se asienta, en particular, la noticia policial.
Destaquemos
que la construcción mediática de la figura de Ellos se organiza a partir de un
vigoroso proceso de estigmatización. De hecho, tres rasgos muy específicos
suelen caracterizar la percepción que se tiene de Ellos: son jóvenes, son
pobres, son morochos. Observemos que, elocuentemente, el delito juvenil ocupa
un destacado lugar en el ranking de preocupaciones que asolan el buen
funcionamiento social. En segundo lugar, los medios privados alientan a diario la
muy simplista presunción de que la marginalidad que impone la pobreza conduce,
irremisiblemente, a la marginalidad del delito. Por último, la escasamente verbalizada
consideración del color de la piel asiduamente es utilizada por el discurso
periodístico como signo congénito de notable alcance estigmatizante.
Estos
fenómenos, a los que nos hemos referido en un trabajo de reciente aparición (La noticia televisiva: resplandor de un
discurso inquietante), conviven en la televisión argentina con la presunta
necesidad profesional de espectacularizar incluso los formatos no ficcionales.
De tal modo, en el ámbito de la televisión comercial, muchas veces resulta atrayente,
para el periodismo, proponer que cede la palabra a Ellos.
Adviértase
que este operativo discursivo no se practica sino desde la necesaria
conservación del estereotipo creado. Como sea, Ellos siempre deben resultar temibles, irreverentes, irrecuperables. Ellos
“atentan contra la sociedad”, expresión mediante la cual se los sitúa en una
tranquilizadora exterioridad; de tal modo se insinúa que la vida social se ve
afectada en su funcionamiento por la injerencia nociva de elementos que le son
ajenos. Esto es: si se afirma que “atentan contra la sociedad”, pues entonces
se está presuponiendo que no la integran.
Diríase
que, para el discurso hegemónico de la prensa comercial, lo importante es
mantener esa figura. Fuera de ello, parece que resultara irrelevante luego si
su representación está siendo escenificada, o si a la salida de un estudio
televisivo los está esperando —nada ficticia— la policía.