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martes, 19 de mayo de 2015

LA EXPRESIVA MIRADA DEL MUNDO

Hans nació en Viena (Austria), aunque vive en EEUU desde hace muchos años. Durante estos días, de paseo por Buenos Aires, una reunión social nos encontró en un living de Villa Crespo, compartiendo un segmento televisivo en el que dialogaban dos personas que Hans no conocía: un periodista local y el jefe de gobierno de la ciudad. Lo que Hans sí conoce bastante bien es la lengua española, que habla y comprende sin mayores dificultades. Y cuando alguna palabrita se le escapa, estira el cuello y entrecierra un ojo, pidiendo auxilio lingüístico. 
Concluido el segmento, me reclama que lo sitúe. Lleva pocos días en el país y desconoce los hechos que motivaron la entrevista. Yo he resuelto aportarle coyuntura lo más desapasionadamente que pueda. Entonces le comento, con el menor despliegue de subjetividad posible, que una empresa privada ha construido un muro en una calle pública por la que, consecuentemente, no se puede transitar. 
Pero sus inquietudes no se disipan con mi explicación. Porque Hans ha advertido que, al ser consultado por la demanda de los ciudadanos, “el alcalde” respondió que había escuchado algo, pero que aún no le habían informado al respecto. Hans hace una pausa, toma un trago de vino y me pregunta: ¿había escuchado dónde? Sorprendido, un poco turbado, improviso una respuesta rápida: supongo que a través de los medios, le digo. Hans me mira. Tengo la sensación de que mi respuesta no le alcanza. Pero no vuelve sobre el punto. Más bien avanza, imperturbable, empanada en mano: y cuando el entrevistador mencionó el fallo de la justicia que había ordenado demoler el muro, “el alcalde” le preguntó si eso todavía no había ocurrido. Hans quiere saber si entendió bien. ¿El alcalde le pregunta a un periodista si su propio gobierno cumplió una decisión judicial?, insiste, incrédulo. Yo trago saliva y muevo afirmativamente la cabeza. Me empiezo a sentir un poco incómodo. 
Sin embargo, Hans es implacable. Porque hay un detalle que llamó particularmente su atención: tras haberle informado a la máxima autoridad ciudadana que el muro no fue demolido porque su gobierno apeló esa decisión, el periodista le preguntó si no estaba al tanto de eso. Y el alcalde le respondió que no, pero que “si te preocupa, me informaré.” Hans, de por sí pelirrojo, ahora se ha puesto todo colorado. Repite la frase con especial énfasis: “¡Si te preocupa, me informaré!” No puede entender cómo, sin el menor asomo de pudor ni el más ligero sobresalto, el alcalde certifica (más bien con irreverente elocuencia) que lo sucedido no le preocupa en absoluto. “Mucho descaro”, dice Hans, marcando fuerte las consonantes. Y vuelve sobre la frase, que ahora repite con tono de interrogación: “¿Si te preocupa me informaré?” ¿El alcalde de la ciudad se va a informar porque el tema le preocupa… a un periodista? 
Finalmente, Hans quiere saber si el mandato de ese funcionario se va terminando. Yo le digo que sí, pero siento que hay otro dato que debe conocer. Entonces le comunico: este año, ese alcalde intentará ser presidente de la República Argentina. Me aplasta el silencio que se produce luego de mis palabras. Hans estira el cuello y entrecierra un ojo, como hace cuando no entiende. Pero esta vez, me parece, lo que no puede comprender no son cuestiones lingüísticas.

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