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sábado, 10 de octubre de 2009

DESNUDO DE TAPA


Por cierto, no deja de resultar paradójica la recurrente apelación al presunto efecto “amordazante” que animaría la promulgación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En verdad, en el nutrido (y sin duda que concentrado) ejército de comunicadores que se alistan detrás de esta cruzada discursiva no se advierte mayormente la voluntad de ponderar las reales implicancias de la ley, sino más bien cierta motivación no especialmente racional de invocar un sortilegio. Baste advertir el exiguo despliegue de argumentos que en general acompaña tal consideración, en la que sin embargo se reincide, una y otra vez, hasta el sinsentido propio de la letanía.

La paradoja fulgura en el hecho de que permanentemente incurren en el tópico de “la ley mordaza” representantes de medios cuya voz la sociedad tantas veces hubiese necesitado escuchar; y tantas veces, sin embargo, esos medios callaron. ¿Resulta creíble, en consecuencia, que hoy pretendan erigirse como paladines de la libertad de prensa quienes, en aciagas coyunturas nacionales, optaron por sustraer su voz? ¿Cuán legítimo resulta que invoquen ese valor, desde luego que irrenunciable, aquéllos que incluso durante períodos de institucionalidad lo despreciaron, lo denigraron a veces con bochornoso cinismo, ya no meramente callando sino también profiriendo, con privilegiada amplificación, una palabra falaz, deliberadamente distorsiva de lo que con engañosa inocencia gustan llamar “la realidad”'?
 

Grotesca resulta, en tal sentido, esa pantomima de la dignidad y la ética periodística que por estos días enarbola el Grupo Clarín y difunde a través de su exorbitante red de medios mediante la consigna: LA REALIDAD SE PUEDE TAPAR O SE PUEDE HACER TAPA. Entre decenas que acuden a nuestra memoria, cientos que seguramente se podrían rastrear, tomemos un caso emblemático que convida a revisar el alcance de esa consigna, con pretendido heroísmo esgrimida hoy como un estandarte.
 

El 26 de junio de 2002, un comisario fusiló por la espalda a dos manifestantes, en el hall interior de la estación Avellaneda. Hasta allí, “la realidad”. Realidad respecto de la cual la sociedad argentina (en virtud de la siempre necesaria labor de la prensa) bien podría haber tomado conocimiento directo, cabal, inmediato, puesto que “Clarín” tuvo el privilegio periodístico de ser testigo presencial del hecho.
 

Sin embargo, al día siguiente, el gran diario argentino despreció, consciente y enérgicamente, su hoy defendida proclama de otorgarle a la realidad la portada del matutino. De hecho, en esa ocasión optó por poner en tapa una foto especialmente escogida para encubrir los hechos. Aun poseyendo el testimonio irrevocable de otras imágenes más fidedignas, definitivamente reveladoras, de ésas que jamás desaprovecha el periodismo serio (puesto que tan afines resultan a la vital y siempre saludable vocación de informar), “Clarín” eligió poner en tapa una foto “movida”, voluntariamente confusa, no tanto representativa de lo ocurrido sino fantasmagórica, ambigua, elocuentemente más destinada a tapar la realidad que a ofrecer la realidad en tapa.
 

De todos modos, la ambigüedad de la imagen eventualmente podría ser desbaratada por la palabra. Pues bien. No es el caso: LA CRISIS CAUSÓ DOS NUEVAS MUERTES fue el ofensivo titular de tapa, inefable, escandaloso, nauseabundo, mediante el cual “Clarín” informó esa mañana lo sucedido a sus muchos, muchísimos lectores, a quienes cada día impone su estrecha, acotada, nunca desinteresada agenda, en la cual jamás figura la menor referencia a la premisa insoslayable de que el éter no tiene propietario.

domingo, 4 de octubre de 2009



"La tarde se ha puesto triste
y yo prefiero callar."
(Daniel Toro, Zamba para olvidar)