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miércoles, 5 de septiembre de 2007

ESO ACÁ NO PASA



(Nota escrita en junio de 2007, días antes del balotage porteño. )

He nacido, vivo y siguen sin asomar buenas razones para no creer que me voy a morir en la ciudad de Buenos Aires. De tal modo que integro ese colectivo por lo menos abigarrado que es el electorado porteño; el mismo que ha sabido practicar la condescendencia —no siempre exenta de vanidad— al momento de otear los comicios otrora celebrados en esas provincias ‘inconcebibles’ en las que se imponía un Bussi, por ejemplo.

Necesito manifestar que me hostiga una falacia: aquélla, hoy tan en boga, según la cual el debate ideológico 'ya fue'. Quienes agitan esa bandera sostienen, con pasmosa simpleza, que hay que pensar ‘en positivo’, que hay que mirar ‘para adelante’, que hay que preocuparse por ‘los problemas de la gente’. ¿Cuáles problemas? Y, bueno... los baches en el pavimento, por ejemplo; uno de los más terribles problemas que flagelan la vida de nuestra ciudadanía, sobre el que asienta su campaña quien parece que va a gobernar esta ciudad.
 

Me sorprende (o no tanto) que la ‘pensante’, la auto-proclamada ‘culta’ Buenos Aires no advierta el carácter estrepitosamente ideológico de esta pretendida postura des-ideologizada, de este mal llamado pragmatismo. Cuesta admitir que los porteños consideremos que sea posible actuar (y, más aún, ¡actuar políticamente!) por fuera de la ideología. De hecho, una vez que queden atrás las encuestas, los debates más o menos guionados, los comicios, los escenarios montados para la ocasión, cuando haya que decidir invertir en una escuela pública (o bien considerar esa inversión como un gasto evitable), cuando haya que optar por reparar una plaza (o bien venderla para que se monte un centro comercial), la ideología, inesquivable, impondrá todo su rigor. Y esto se evidencia de modo palmario, muy pero muy especialmente, en el paradigmático aspirante a Jefe de Gobierno que ofrece el PRO: una figura que destila ideología incluso en el frío instante en que sonríe.
 

¿En serio creemos que es posible des-ideologizar lo que hoy se gusta llamar ‘la gestión’? ¿De verdad estamos dispuestos a aceptar el burdo y peligroso axioma de que gobernar es tan sólo "administrar"? ¿Tenemos registro histórico de lo que ha promovido, no sólo en nuestro país, tan fatídica equivalencia? ¿De verdad estamos dispuestos a sostener que el PRO encarna la ‘nueva’ cara de la política? ¿Cómo podemos admitir que la nada inoportuna evocación de los antecedentes de un candidato constituya un “ataque”, una “agresión”?
 

Filosos los espejitos de colores en los que no logrará reconocer su rostro mi hermosa, mi entrañable Santa María de los Buenos Aires, ciudad de pobres corazones.